La instrucción inútil


Cartas a Justo

“No seas idiota, toda la instrucción que recibimos cuando somos tiernos es vana, nunca va a salvarnos de la inutilidad de aquello que hagamos hasta el expirar”.

Añades dos párrafos más adelante: “Lo importante es el transcurrir, las ansias del momento, esas metas en el horizonte, el día a día de la vida que te permite suspirar al dormirte. Cuando vas envejeciendo saboreas toda esta ceniza con asco, qué remedio”.

Hoy he recogido con temor la carta certificada que me has enviado. Esa letra redonda, escritura a pluma, cuánto tiempo... apenas ha variado desde que éramos felices e indocumentados. La felicidad de los jóvenes.

Te perdí la pista a comienzos del año, cuando abortaste tu llegada a Madrid. Luego me llegó la advertencia “idiota”, sin más explicación. Este correo escrito, cuyo contenido completo no reproduzco por respetarnos, viene con matasellos de la Cartagena colombiana, donde entreví sin buscar cuál podría ser el embrujo de lo femenino.

Tienes que saber que Frida volvió a volar; es muy posible que lo sepas, qué tontería te digo. Su último email llegó desde Helsinki, con una foto con dos tonos de azul, el desvaído del cielo y el celeste del mar, con un velero blanco orzando hacia el infinito.

Los rasgos de la pluma de tu correo certificado me producen placer. Leo y he vuelto a volver a leer tus palabras, admirado, intrigado, insatisfecho. ¿Recuerdas?

Aquellas reflexiones tuyas de otros días:

“Cuando sorprendo a aquel que fui siempre le pregunto por qué decidió seguir adelante aquella noche de luna llena. Seguir andando sin objeto, sin fin, sin meta. Le interrogo en sueños.

Sin respuesta.

Caminando bajo la luna.
Los picos helados,
sin más perspectiva en la noche.
Nada,
cualquier asunto podría germinar.

Nunca ha habido una respuesta que pueda catalogarse con cierta contundencia en la lógica de las ilusiones categóricas de los hombres: aquel cisne que vemos es blanco, la marea cuando suba se zampará la playa, esa joven tan hermosa asesinará tus sueños, tu voluntad se disolverá al despertar tras la celebración de todos y cada uno de los cumpleaños, ese hijo al que amas se ha convertido en el instante de ser engendrado en el mayor enemigo de tu libertad. La contundencia de la lógica ilusoria de cada uno señala el único rumbo de la nave en una singladura destinada al naufragio. Quien crea que no hay caminos en el mar será un héroe perdido y ciego.

Aquel que fui escapó camino adelante por una trocha flanqueada al iniciarse de prados helados. Le perdí la vista y ya nunca volvió la cabeza, salvo en sueños, cuando inconsciente los recuerdos inventados vuelven a la vida con el soplo del argonauta Orfeo”.

No sé si recordarás estas palabras que escribiste al poco de entregarte a los mares. Aquellas también eran cartas a pluma, largas, en papel delicado primorosamente doblado para encajar en el sobre.

¿Sabes que Frida me dijo que quería compartir conmigo la cama cada noche si es que llegábamos a viejos? Fue su última confidencia antes del beso de despedida.

Ahora pulso la tecla que te enviará este correo allá donde te encuentres, Justo.


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