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Mostrando entradas de abril, 2020

La sonrisa de un niño en los tiempos del COVID-19

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C on su voz impostada se dirige a los niños a través de los televisores: queridos niños y niñas, sois unos héroes; unos héroes que habéis aguantado el encierro, pero ha llegado el tiempo en el que podréis salir a la calle. ¿Se ve este Iglesias Turrión como el ‘padrecito’? A Iósif Stalin no le temblaba el pulso, al Padrecito. El sentimentalismo emocional dirigiéndose en primera persona desde La Moncloa a la infancia puede resultar ridículo cuando lo interpreta un adulto engominado y con coleta, con altas responsabilidades de gobierno. Pero más bien creo que lo que hace este político es asumir la tradición histórica del esperpento patrio. Si lo pudieran ver nuestros Quevedo y Valle Inclán… Señor vicepresidente, déjelos con sus juegos y no quiebres sus inocentes sonrisas con tu cháchara.

Nautas de bronce

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La mirada del dilettante se tropieza cierto día con el esfuerzo de estos nautas de bronce sobre unas olas fabricadas.

Servidores del ‘Granma’

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D edicado a los lacayos del ‘Granma’, mito del periodismo de Estado, aquellos que son incapaces por oficio de formular las preguntas que son difíciles de responder. Hablo de periodismo. El periodista que solo atiende a la verdad revelada es un mero transmisor de la estupidez con la que, en más de una ocasión, se camuflan las mentiras con las que nos reconfortamos y aceptamos como una de las cláusulas de la servidumbre voluntaria. El periodista, en las sociedades democráticas amparado por el concepto de libertad de expresión -uno de los derechos de todo ciudadano, que necesita ser alimentado con hechos diarios frente a sus enemigos y la desidia- si no es capaz de cuestionar las verdades oficiales, llanamente actúa como un usurpador de un oficio de por si antipático. Hay otros oficios mejor remunerados que no tienen la antipatía como denominación de origen. Están los paniaguados de los poderes, los correveidiles, los pobrecitos habladores de la soci

Cada uno con su cámara

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Cada uno con su cámara, buscando el encuadre ideal en el palmeral de Elche.

Ataque telúrico

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E l virus que nos azota ataca al Estado y en el occidente más o menos socialdemócrata, al Dios Estado providencia. Da la impresión de que nadie, salvo los sabios que estudian estos virus que necesitan atacar a los humanos para su propia supervivencia y la extinción de nuestra especie, estaba al tanto de una amenaza a la que bautizaron como SARS-CoV-2, por cierto una familia conocida que había mutado, y que provoca la enfermedad también bautizada como COVID-19. Estábamos tan seguros en nuestros sistemas de providencia, en el caso español bajo la protección de los prestamistas. Orgullosos, altaneros, por encima de la Naturaleza, al servicio del rey de la creación. Las palabras como utensilios vocales para crear mundos comprensiblemente ficticios y negar hasta la biología si fuera menester. Desde las tribus nómadas, con la palabra y las armas se crearon sociedades cada vez más complejas y finalmente los estados. Ahora volvemos a recordar que el Estado coraza puede quedar noq

Marina en enero

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U na de esas mañanas, todavía apacibles en su frialdad, a la espera de que la tormenta invada los espacios que pisamos en nuestro deambular por el mundo.

Empeño inútil

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E mpeñados como están otros tantos en eso que llamamos frentismo por enfrentamiento  -la falsa doble España-, sin asumir que nadie tiene la razón como estandarte, ni toda ni mucha ni poca; que lo que hacemos es vivir ficciones que nos controlan -intente negar a su cerebro pensar más de un segundo, mente en blanco-. La ficción en el humano es un hecho; puede causar desgracias, dolor y muerte. Sí, ya lo sabemos, gracias a las ficciones tenemos civilización. También al tesón, a los proyectos, al poder, al egoísmo y las guerras. Humano, demasiado humano.