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Mostrando entradas de octubre, 2014

Un beso en el tabanco

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T enía unos ojos vivos, que aquella tarde de domingo miraban con malicia al joven acompañante desgarbado y tímido. La mujer podría hacerse pasar por una cariñosa tía altruista en la capital, como careta moral fantástica, solo que su mirada estaba al servicio tiránico del placer. Aquel sobrino era una perita en dulce, tan sensible; la inocencia de un explorador con su carne dura, fresca. Un pobre estudiante aturdido, desmañado, sediento; intrépido aventurero del Madrid golfo, en todo momento dispuesto a ofrecer escenas para los presuntos escritores emigrados de provincias con la intención de conquistar la gloria. Tarde de domingo, tonos templados ocre y verde en el paseo de Recoletos, por el que habían andado, con conversación liviana y muchas bromas, hasta entrar en el tabanco tras la caminata; cueva abierta ante la amenaza de la noche recién estrenada, acogedora, con todos aquellos clichés de un Jerez cañí, el aroma a oloroso, el bullicio de toda aquella gente amparada, las amar

Vulgar

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BOLETA DE IDA Y VUELTA U n lema del tipo: ‘La televisión donde tu te ves’ es una invitación a protagonizar en algún momento el contenido de lo que emite el electrodoméstico de la visión a distancia. La buena intención está en presagiar que esa emisora se va a preocupar de la vida del común, la ciudadanía; en vulgar, dar a conocer al público los hechos sociales en los que participan las personas. Otra intención menos consciente es alimentar el segundo de gloria de los comunes, que se ven en una pantalla, incluso hablando, cuando hay tanta ansia de ofrecerse en Facebook, WhatsApp, Twitter y otros tantas vías de comunicación tecnológicas. En toda televisión donde uno se ve, cualquiera podrá opinar sobre no importa qué asunto y testimoniar sobre un suceso. Un suceso informativo, sirva un accidente, no quedará cumplidamente editado en televisión sin la opinión de alguien que pasaba por allí, farfullando una generalidad que no aportará nada al hecho, salvo que el preguntado con la ce

Sono Pazzi Questi Romani

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Has vuelto al Mar del Japón y navegas entre más al sur del paralelo 32 y por encima del 44, con Frida. Contemplo en las cartas nombres evocadores, Hokkaidō, Kyushu, Honshu, Sajalín, Kanmon, Tsushima. Esos paisajes de islas y estrechos que solo puedo soñar. Evocaciones de remotos pueblos asiáticos en las frías aguas del estrecho de Tartaria. Frida me envía uno de sus besos ardientes –son sus palabras– que alimenta mi nostalgia. Estuvo contigo en las Islas del Rosario; desde entonces está contigo. Dices Justo que el augurio del Apocalipsis tiene larga y saludable vida desde el lejano tiempo de los desplazamientos de las hordas. Tienes razón. El caso es que una vez producida la catástrofe, a continuación la vida vuelve a sus trabajos, aunque se haya provocado un después totalmente ajeno al antes. Es curioso que cuando en España el Estado de derecho muestra su musculatura, se detienen a los villanos y se los lleva ante los jueces, los relatos apocalípticos logren éxito editorial. ¡

Atropellos contra el común

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A la espera de que el Apocalipsis arrase la España democrática, según los augurios apasionados de más de un opinante profesional en ese círculo ideológico que va de la extrema izquierda al punto de partida, tras rebasar a la izquierda, dejar atrás el centro, adelantar a la derecha y aparcar en la extrema derecha, justo junto a la otra extrema. Mientras se espera con mayor o menor impaciencia habrá que cuidarse de los atropellos sibilinos contra el común, por mor de una sociedad civilizada en la que impera lo políticamente correcto. Ese tipo de puñeterías que provocan que el Bombita ( Ricardo Darín ) de Relatos Salvajes, impactante película de Damián Szifrón , adopte una decisión explosiva para hacer su justicia, eso sí, sin causar daños irreparables a la gente. A pesar de la recomendación de Horacio sobre que «no se da mala vida quien de nacimiento a muerte pasa desapercibido» hay ciertos signos preocupantes del atropello enmascarado en todo camino sembrado de

Señala Adela Cortina que la ética es un buen negocio

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Señala Adela Cortina que la ética es un buen negocio. Quiere apuntar que a una sociedad le irá económicamente bien y tendrá saludables beneficios sociales si sus ciudadanos se suben al carro de los comportamientos éticos; ciudadanos entre los que se encuentran sus elites políticas, económicas y de todo tipo de poder que generan los Estados de hoy. Si no se roba habrá más dinero para construir carreteras, una mejor atención sanitaria universal, mejor sistema de educación, para entendernos. Adela Cortina ha ganado el Nacional de Ensayo por su libro ¿Para qué sirve realmente la ética? El jurado ha entendido que la premiada «acierta en aplicar el rigor de la filosofía a las interrogantes de la vida». Un consejo de la filósofa, que leo en ABC (23 de octubre): «Ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos siguen proliferando con toda impunidad».

Periodismo bajo sospecha

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BOLETA DE IDA Y VUELTA Recordar con respeto y cariño a quien ya no tendrá la oportunidad de defenderse con propia voz está bien. El periodista Benjamin Bradlee ha muerto. Quien levantara el Washington Post al Olimpo de los mitos de la vieja Prensa, el que impulsó a los reporteros del caso Watergate, quien defendió las buenas historias en el periodismo, merece el recuerdo. Su fallecimiento es una oportunidad para reivindicar la importancia del periodismo noble en la búsqueda de la verdad y de la Prensa como intermediaria social entre los ciudadanos y los distintos focos de poder. Sí, una reivindicación liberal, en un tiempo en el que la información como mercancía y el entretenimiento se ha instalado en los medios de comunicación y los periódicos impresos en papel parecen tener los días contados. Un tiempo en el que muchos periodistas de relumbrón mantienen una alianza con los personajes encumbrados que manejan el poder político, económico y social del Estado; a

Cierta condescendencia con la verborrea

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Cierta condescendencia con la verborrea conduce a leer textos donde impera el abstracto lenguaje, un masaje que incita al placer intelectual. Acontecimiento (Sexto Piso, 2014), el ensayo filosófico de Slavoj Žižek, una estrella de la filosofía actual refleja la promoción en palabras de Lola Galán en El País, es un libro que obliga a pensar al modo filosófico, que no es el común estilo de pensamiento. Libro sugestivo e inquietante. Dice el autor que «acontecimiento definitivo es la Caída misma, la pérdida de una unidad y armonía primordiales que nunca existieron, que no son más que una ilusión retroactiva». Un acontecimiento marca un antes y un después, nada será igual tras él, para entendernos. El pensamiento filosófico, la historia, todas las civilizaciones están marcadas por acontecimientos. Como Žižek es un prestidigitador de las palabras no deja de ser un encanto seguir sus argumentos al hilo de los maestros del pensamiento filosófico, el psicoanálisis, el cine, la literatur

El pobrecito charlatán

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España, retablo de las maravillas, parece que en pleno siglo XXI ha conseguido patentar un nuevo producto genuino: el pobrecito charlatán, hablador indiscreto y sin sustancia que deambula por las tertulias audiovisuales con una opinión para cada asunto y una medida arbitrista para multiplicar los panes y los peces. En su versión política para asaltar el poder, el pobrecito charlatán es capaz de arengar a los incautos para conquistar el cielo con el hálito impetuoso de Karl Marx . Nada que ver con aquel pobrecito hablador de Fígaro, intento de Mariano José Larra de razonar liberalmente contra la incuria de una sociedad española lastrada por el atraso. Hoy el charlatán de las ondas y de los platós de televisión cobra por opinar, filtra una versión del mundo sazonada ideológicamente y suele mostrar, con las excepciones que confirman la regla, una buena maestría en las artes del resentimiento. El resentimiento. Hay que estar prevenido contra este cáncer de las e

La gran biblioteca universal

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L a gran biblioteca universal soñada, Internet. El lector perdido en tanto marasmo, pulsando link tras hiperenlace, la hipérbole de la información con destino a la melancolía. La ignorancia por inflación de datos, engreimiento y vanidad. Ahora más que en el pasado se busca un lector con criterio, un titán dispuesto a dejarse seducir y batallar por la sabiduría. Una búsqueda que debe correr a cargo de un editor con juicio e instinto, rara avis. Roberto Calasso (Florencia, 1941), el alma de la editorial Adelphi, indica en La marca del editor (Anagrama) la existencia todavía de «una tribu dispersa de personas a la búsqueda de algo que sea literatura, que sea pensamiento, que sea investigación (...), que sea oro y no latón, que no tenga la inconsistencia típica de estos años. Faire plaisir era la respuesta de Debussy daba a quien le preguntaba cuál era el fin de la música. También el editor podría proponerse faire plaisir a esa tribu dispersa, preparando un lugar y una forma que s

La memoria

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«¿En qué momento la memoria se reviste de la impostura necesaria para ser consecuente con la vida?», escribe María Ángeles Robles en Una senda en penumbra . Se trata de una entrada en este delicado dietario (La Isla de Siltolá, 2014), dedicada a los recuerdos, los que nos permiten ¿reconocernos ante el espejo?, ¿inventarnos una biografía existencial?, simplemente soportarnos en nuestro presente, quizá. Adam Soboczynski apunta que «solo son felices las personas capaces de engañarse mucho a sí mismas» en su divertido El Libro de los vicios (Anagrama, 2013). La pregunta podría ser: ¿quién soy?, a propósito de esos recuerdos que recomponen una personalidad, también con relación a la máscara que cada cual exhibe para tratar de ser admitido en la vida en sociedad. Personalidad para ser aceptada en nuestras sociedades en las que se valora y premia la representación; mayor premio cuanto más se amolde uno e integre su falsa individualidad a la convención. ¿Quié

El tío Moncho

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Cata-catapum, catapum pum candela y el tito Moncho arriba y abajo en su asiento, alza p’arriba polichinela , con los dos ojos como canicas brillantes, cata-catapum, catapum, catapum , abajo y arriba el tito Moncho con la mano de una mujer empujando su cabeza y halando de sus cabellos con la inercia de un pistón, como los muñecos del pim, pam pum , las risas de los comensales, la mirada achispada del tito Moncho, su sonrisa de payaso feliz, la larga mesa con el mantel arrugado y botellas y restos del banquete, los camareros de camisa blanca y servilletas dobladas en los antebrazos, aquel aroma a sidra del merendero cuyos ventanales se abrían a un prado con largos tablones sobre troncos con bancos sin respaldar a cada lado y una rana que tragaba tejos de metal si se sabía acertar con su boca. También había una bolera, pero estaba silenciosa con motivo de la boda bajo el dorado reverbero del atardecer. Terminó la música y las servilletas volaron hacia el rostro del tito

El afán de cada día o como todo sale mal al final

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Si el Lazarillo hubiese tenido en sus manos una de esas tarjetas VIP de Caja Madrid habría de aplaudir con más ardor el sermón del dispensador de bulas: “Hermanos míos, tomad de las gracias que Dios os envía a vuestras casas”.  Aquella picaresca, transformada en latrocinio. Suma y sigue para que haya españoles en esta década sumidos en la melancolía, airados y hasta resentidos, por los ladrones de guante blanco; por aquellos que han utilizado sus labores políticas para dejarse corromper; por la vesania en la administración de los bienes públicos de gobiernos, como mínimo, incompetentes; por la lentitud y hasta desidia de quienes ejercen el poder judicial y la fiscalización de los delitos. Y como todo sale mal al final, en este ciclo borrascoso el Gobierno de Cataluña amenaza al resto de España con la secesión. Españoles que son el nicho de mercado electoral para todos los enemigos de las sociedades abiertas, bajo diferentes marcas de consumo que se ofrecen e

Adiós al presente

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La esquela en el periódico derrocó la duda. El cliente: «¿Muerto?» El barman: «Ya ves». El cliente: «Lo echaba de menos». «Un par de semanas hace que no venía por aquí». El barman dobló el diario. «¿Una cervecita?» Era un tipo curioso el viejo. Alguna vez se presentó con una pajarita, de color burdeos con pintas obscuras recordó, aunque lo normal es que acudiera al bar con corbata, trajeado, salvo en verano cuando lucía guayabera; jamás en pantalones cortos. ¡Qué horror! Su expresión favorita al ver a un vejete barrigón enseñando sin rubor unas flacas piernas pálidas con pelusilla, con la excusa de la calor. ¡Horroroso el gachó!, repetía con aquel gracejo que buscaba entre nosotros complicidad en el humor para despellejar a cualquier adefesio a la vista de la clientela del barrio. Sus zapatos relucían siempre, bien embetunados. Era un hombre limpio convino para sí aquel cliente, la mirada perdida. Hojeaba el diario al mediodía, sin entretenerse mu