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Mostrando las entradas etiquetadas como Cartas a Justo

Un destino por inventar

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R eniegas de los hastiados de tanta repetición, de tantos y más dejados a la vaguedad del hálito del bostezo. Arremetes contra mi último apunte para un tratado del bostezo . «No hay noria sin pausa», arremetes en tu berrinche fundamentado, Justo. Tú, que tanto detestas el pensamiento débil. «Ese pensamiento anémico os adormece con los arrumacos de la bestia», escribes. Tú, que en su día te asomaste a la orilla de la costa oteando el horizonte de la desesperanza y te hiciste a la mar persiguiendo un destino por inventar. La bestia, ese pueblo llano consentido, servidumbre voluntaria que teme más a la libertad que a la muerte, esta porque siempre llega para los demás… eso creen en su presente edulcorado con grandes dosis gratuitas de espectáculo fantástico, donde ni espacios ni personajes, nada es lo que parece. Esta es tu argumentación, Justo, en esa carta que me has remitido con la urgencia y la prontitud de un e-mail. «Tu bostezas», me acusas, «como tantos otros co

El signo congénito de las cosas

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J usto cuando comienza a languidecer la primera inocencia anuncia su despertar uno de los grandes enemigos de la existencia. Llega como brisa cálida, hedionda y arreciará a lo largo y ancho de la vida de cada individuo, más de una vez con toda la fuerza de un vendaval, y ya nunca se acabará, incluso cuando la segunda inocencia relaje los años de la vejez. El fracaso es la asignatura suspendida de la existencia. Del fracaso hemos hablado tú y yo desde que transitábamos aquella adolescencia con la que fuimos otros, cuando condenábamos a la desconfianza a quien cumplía los 20 años. Veinte años y lo acusábamos, a aquel quien, de sospechoso, acomodaticio y negado para transformar el mundo. ¿Qué mundo? ¡Ah! Las grandes palabras sin sentido, desnortadas de rumbo. El mundo en transformación siempre estará fuera de nuestro alcance, aunque los protagonistas se satisfagan en la cresta de la ola, la misma que los arrojará revolcados a la orilla, magullados por los cantos rodados, atur

Esa mirada vacía por la que me asomo al infierno

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F ue un abrazo recio, de los que transmiten la intensidad de dos sentimientos que buscan reconciliarse. Fue la tuya una visita fugaz, en camino hacia lo inalcanzable. Desde que nos conocemos, Justo, siempre he asociado tus pasos a una incansable fuga. Un abrazo que todavía me duele; un placer, por el reencuentro después de tanto tiempo; un dolor sutil, ilocalizable en el cuerpo por esa tu inminente ausencia, sin sosiego para intercambiar una sarta de largas conversaciones que comprendan nuestro planeta hasta la próxima cita, de haberla. Tantas cosas por contarnos; un silencio por vencer. Ese misterio que nos rodea y al que apenas echamos cuenta, cuando solo se hace presente con la ausencia y la reflexión pausada. Me dices que quieres visitar en este viaje sin heraldos una aldea del Norte, donde se conserva un puente romano, un caserón con establo cuya parte trasera mostraba al río una galería que recuerdas tibia en las largas tardes de un verano, con los cristales riela

Quiero ser anónimo pero ya es tarde

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Q uiero ser anónimo, pero ya es tarde. Una representación de mi alma navega por las redes y su rastro habla de mí a máquinas, a seres desconocidos, que interpretan y llegan a saber más de quién soy de lo que yo sé. Justo, amigo, en los mares de Oriente transportas cosas medibles y que se pueden pesar y guardas silencio en tus afanes por arribar a puerto. Miserable de mi, al contrario, no puedo guardar ese decoroso silencio donde se cultiva la sabiduría, porque siento la necesidad de narrar la vida que uno cree asir, bien que su conocimiento se me escapa; un misterio que no sé desentrañar, a pesar de las vacuas promesas. Un don nadie, cuánta dicha esconde esta aspiración, cuando nuestras afanadas vidas nadan contra la corriente de todas esas informaciones que nos golpean en cuanto despertamos del sueño reparador de cada jornada y nos bombardean con esos estímulos para la acción en cuanto proyecto que somos; proyecto de algo: ¿qué? Siempre lo potencial, el se puede no sólo como i

El miedo

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Un loco desde su colina, que es el decorado de un estudio de radio en un plató de televisión, declama en tono dramático que él no se va a rendir y cumplirá en toda hora con el dominio de las riendas de su destino. Es un discurso, el suyo, romántico, hinchado de rebeldía, adobado con tono firme y rostro convincente. No me doblegarán con el miedo, viene a decir, y no me hincaré de rodillas. No quedan aquí recogidas sus palabras, de hechura poética, pero he tratado de reflejar con honradez su mensaje. ¿Tú crees, Justo, que nos mueve o paraliza el miedo? No ese miedo al daño físico y a la muerte en un conflicto violento, que sí nos moverá; el miedo a ser totalmente libres en una sociedad civilizada. Me gustaría que a vuelta de correo electrónico me pudieras explicar cómo concibes eso de la libertad total. Uno, que es idiota tal como tú me has acusado cuando he dado un paso atrás o me he quedado al límite de dar el salto, ha llegado a la edad del escéptico cuando topa con las gr

Sono Pazzi Questi Romani

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Has vuelto al Mar del Japón y navegas entre más al sur del paralelo 32 y por encima del 44, con Frida. Contemplo en las cartas nombres evocadores, Hokkaidō, Kyushu, Honshu, Sajalín, Kanmon, Tsushima. Esos paisajes de islas y estrechos que solo puedo soñar. Evocaciones de remotos pueblos asiáticos en las frías aguas del estrecho de Tartaria. Frida me envía uno de sus besos ardientes –son sus palabras– que alimenta mi nostalgia. Estuvo contigo en las Islas del Rosario; desde entonces está contigo. Dices Justo que el augurio del Apocalipsis tiene larga y saludable vida desde el lejano tiempo de los desplazamientos de las hordas. Tienes razón. El caso es que una vez producida la catástrofe, a continuación la vida vuelve a sus trabajos, aunque se haya provocado un después totalmente ajeno al antes. Es curioso que cuando en España el Estado de derecho muestra su musculatura, se detienen a los villanos y se los lleva ante los jueces, los relatos apocalípticos logren éxito editorial. ¡

Marcelino Muymacho

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Melpómene. O quizá Talía. ¿Tragedia o comedia? La fiebre del teatro nos duró poco. Ni siquiera recuerdo el título del engendro que escribimos y preparamos a conciencia durante aquel par de meses y risas, que nunca llegó a subir a un escenario. Dos pasan una noche a perros , me contestas a la pregunta en uno de tus lacónicos mensajes. Admiro tu memoria, la delectación que inviertes en la evocación de lo nimio, esos detalles Justo que yo jamás logro recrear. Sí, ése era el título: Dos pasan una noche a perros . Una pareja enamorada se pierde en el monte durante una tormenta y acaban resguardándose en un castillo a merced de una panda de vampiros, que se declaran en huelga. Marcelino Muymacho era un dirigente sindical muy peculiar, incapaz de poner de acuerdo aquella tropa de espectros codiciosos, ávidos de sangre y de algo tan prosaico tal que el vil dinero. Inesita, nuestra amada Frida, era la joven enamorada, a la que no conseguimos encontrar el galán adecuado, no

Retírate en tu interior

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He tenido que vaciar mi mente de palabras para poder albergar otras nuevas antes de comenzar a escribir esta carta, Justo. No se trata de una de esas bravuconadas mías. Debes creerme, tenemos demasiadas palabras en el cerebro, como si voltearan en uno de esos bombos gigantes que vemos en la televisión el día del Sorteo de Navidad. Así que, cómo va a darse a entender uno con tanta palabra desgastada. O bien, si uno consigue ensartarlas por oficio, acabará juntando líneas tan falsas como esos pensamientos distraídos con los que se evade la mente la mayor parte de las veces. Nuestra común Frida (el todo cercano, la nada fugitiva) sigue sin aparecer tras el beso de despedida y el último mensaje proponiéndome compartir lecho cuando llegue el futuro. “¿Sabes que Frida me dijo que quería compartir conmigo la cama cada noche si es que llegábamos a viejos?”, con estas palabras te lo conté en mi última carta. ¿Sabes que me moriré sin entender a las mujeres? No, no es éste u

La instrucción inútil

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Cartas a Justo “No seas idiota, toda la instrucción que recibimos cuando somos tiernos es vana, nunca va a salvarnos de la inutilidad de aquello que hagamos hasta el expirar”. Añades dos párrafos más adelante: “Lo importante es el transcurrir, las ansias del momento, esas metas en el horizonte, el día a día de la vida que te permite suspirar al dormirte. Cuando vas envejeciendo saboreas toda esta ceniza con asco, qué remedio”. Hoy he recogido con temor la carta certificada que me has enviado. Esa letra redonda, escritura a pluma, cuánto tiempo... apenas ha variado desde que éramos felices e indocumentados. La felicidad de los jóvenes. Te perdí la pista a comienzos del año, cuando abortaste tu llegada a Madrid. Luego me llegó la advertencia “idiota”, sin más explicación. Este correo escrito, cuyo contenido completo no reproduzco por respetarnos, viene con matasellos de la Cartagena colombiana, donde entreví sin buscar cuál podría ser el embrujo de lo femenino. Tie

Lacónico mensaje

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Cartas a Justo “No seas idiota”. Una alarma reiterada dos veces había precedido la aparición del mensaje en la pantalla de este teléfono al que han bautizado con el sambenito de inteligente. Me había asustado. No por el mensaje. Por aquellos dos campanillazos a deshora. Era él, resucitado. Pero el mensaje no traía prospecto, sin más explicación. ¿Por qué iba a ser idiota?, tecleé en respuesta inmediata. Por qué puedo ser idiota, aquí, ahora, Justo; por qué, pensé, entretando el aparato despegaba el contenido de la pregunta con el susurro de un cohete elevándose en el horizonte lejano. No hubo contestación. Como no ha habido tampoco a mis cartas, que imagino descansando en el buzón silencioso de todos esos mensajes perdidos. Quise provocarte con un cuaderno de quejas sobre los espejismos del alma. Con otras protestas sonrojantes sobre el imperio de la mentira; las mentiras cual verdades reveladas. Te dije que Frida vino, todavía sigue aquí, que

Frente a la horca troquelada

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Cartas a Justo En Biddi Mulligans, frente a la horca troquelada en el suelo de Grassmarket, sirven una cerveza artesanal más que decente y también chocolate aguado, que algunos entienden como belga, que es el que a Frida le gusta este mediodía frío de Edimburgo, en cuyas esquinas el viento cuartea los labios. Hablamos de las anémonas: cosas nuestras. También de la impresión que le dejó tu reciente estancia y es que me dice te vio sorprendentemente activo; “vital”, dijo. Está visto, no vamos a vernos en tiempo. Volaste hacia Hong Kong. Un escueto mensaje: ¡Me piro, nos escribimos! Te escribo. Lo de las anémonas, hermosa trampa venenosa para despistados, es nuestro Macguffin; nos permite a Frida y a mi descontar años, con la ilusión de que todavía podríamos desafiar las olas en la playa de San Lorenzo de madrugada, en aquel momento en el que el Arenal se lavaba la cara y comenzaba a vestirse de responsable. Aquellas noches eran pura promesa. Me cuen

No sabemos el tiempo tasado para cada cual

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Me cuentan que te vieron en el Standing Order ante una Smooth y también paseando con Frida por George Street. Te hacía en tierra, porque te toca, pero no por el Reino Unido. Frida y tú quedáis en cualquier lugar, como dos personajes de Mutis, a la búsqueda de soluciones para cualquier laberinto en el que os hayáis perdido. Me cuentan también que cualquier día me convocarás a consulta y que, en esta ocasión, no piensas venir por aquí. Te ratificas en lo escrito en tu último correo: Por ahora quiero descansar de España. Sin novedad, por lo demás, recién celebrado un nuevo aniversario constitucional bajo el sonsonete de los media y la clase política sobre la oportunidad de reformar la Constitución vigente. Sin novedad, digo, en el ánimo del cambio por la novedad, cual si ésta fuera varita mágica para el profesional de la política. Bálsamo de fierabrás: ¿dejarán los unos de querer marcharse a formar Estado distinto al que habitan en el presente? Cuando conversemos cara a cara

No hay otra opción

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Cartas a Justo Cuando los veraneantes huyen en estampida porque les reclaman los deberes de la ciudades, ocupaciones profesionales, la educación de los niños, el hogar, Puerto de Vega vuelve a sus rutinas marineras sin espectadores, a las labranzas en los huertos que dan alubias con denominación de origen. Vuelven a escucharse los bofetones del Cantábrico contra los diques de contención que protegen con su laberinto el recóndito puerto refugio. En la rula se subasta el pescado y el conflicto con la vecina Luarca por la codicia del percebe salta a las páginas de la prensa . Ya el Nordeste pica en la piel y tú sientes nostalgia, Justo. No te importa que andes navegando con las escotillas trancadas, a toda máquina, con el insomnio en la pantalla del radar, sospechando de todos esos destellos que se desplazan con rapidez. ¡Los malditos piratas del Estrecho de Malaca! Sientes nostalgia de tus tierras, sus sabores y saberes. Te acompaño en el sentimiento. He le

Esta España que tantas ilusiones nos despertó

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Cartas a Justo Acuérdate de aquella reunión tumultuosa que manteníamos cuando el mundo era una pelota de plastilina que podíamos moldear al gusto revolucionario, con tantos matices cagatintas; entonces me levanté tan exaltado como los demás y clamé lo de: “¡Estamos sumergidos en una masa de faltosos!” ¿Te sonríes? ¿En qué momento comenzó a joderse, Justo, esta España que tantas ilusiones nos despertó? Jóvenes, indocumentados como éramos. Tú me respondiste a esa pregunta con un comentario, ¿recuerdas?, la noche antes de tu última partida para esta campaña que te mantiene a flote en los mares orientales. El día que llegaron a los puestos clave los pusilánimes, dijiste. Los que creen que con la lógica sin hielo se resuelve el problema. Creen que la humanidad es una rama recta, cuando está torcida. Creen que la unidad de acción se mantiene con palmaditas en el hombro. Creen que son divinos por ilustrados.  El día que se sentaron a los mandos los educados

Rumbo hacia el mundo del que nunca volverás

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Un Partido X, que tiene como principio el ser apartidista, que propugna la wikidemocracia, la wikital y la wikicual: para salir corriendo. Que el camino del infierno está sembrado de buenas voluntades. Me cuentas que andas sorteando estas últimas semanas varios tifones, por mor de llegar con la mercancía sin mermas y no ahogarse... que parece que esto no cuenta para el armador. Pues aquí querido Justo parece que nos gusta navegar de lleno hacia el centro de cada tormenta, con dos... Hoy varias chicas han mostrado sus pechos en la tribuna del Congreso. Sí, el vodevil también en la tribuna del público para hilaridad del público. Bueno, forma de protesta de Femen, feminismo radical, el cuerpo es mi arma política. Han interrumpido al ministro de Justicia, Gallardón, al grito de "el aborto es sagrado". Tal cual: lo que se entiende como digno de veneración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad, aunque también los ant

Qué difícil es el oficio de ir muriendo

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Qué difícil es el oficio de ir muriendo. Viejo, ya sabrás que se nos fue el Gaviero. Pero este es un oficio, el de ir muriendo, del que nadie puede zafarse: aquí no vale el paso atrás y que otro asuma la empresa y sus tribulaciones. Ya lo tendrás que saber, Maqroll se nos fue; en tu barco, Justo, sé que tienes comunicación por satélite, la que llevará este correo hacia las aguas del inmenso mar de Oriente, a esa nave de carga que masca lamentos, tragando y tragando distancias. Nunca me imaginé a Maproll encarnado en Imanol Arias en aquella historia de amor cuando el Tramp Steamer hizo su última escala, pero poco importa, es una visión subjetiva sin importancia, cuando uno con lo que goza es con sus propios sueños y sus protagonistas. Maqroll era… como cada cual haya querido imaginárselo. Hay tantas maneras de contar una historia, como nos recuerdan las primeras palabras de aquella historia de amor. ¿Recuerdas Justo aquellas conversaciones sobre el Gaviero? Cuando leíamos sus

Las dábamos por exterminadas por los 'emilios'

Las dábamos por exterminadas por los 'emilios', pero hemos conocido que las cartas siguen vivas y que no son rehenes de papel de los bancos que una mano desconocida introduce en nuestros buzones para informarnos del estado de nuestras cuentas, en manos de contables a quienes no tenemos el gusto de conocer, por carecer de pedigrí para disponer de un asesor financiero, tú y yo. Resulta querido Justo que no somos los únicos, dado que ahora hemos podido saber que los jefes de gobierno se cartean, con voceo previo, no vaya a ser que el cartero se equivoque de dirección. No somos los únicos que conservamos el hábito de cartearnos. Mariano Rajoy , nuestro presidente, le ha remitido una carta anunciada a los cuatro vientos por los voceadores de la sociedad de la desinformación y el ruido al presidente del Gobern de Catalunya, Artur Mas . Sé que a ti esto te va a importar menos que un pimiento, en tus avatares por el mar de Andaman, realmente pendiente de que no os asalten los pira