Trapicheo

El coche subía y bajaba las colinas por calles estrechas. Su conductor, callado, apuraba las curvas. Frenó en seco, se bajó, volvió un minuto después y arrancó bruscamente el taxi. Arrojó la bolsita al cliente, en el asiento trasero. “Hachís afgano auténtico”, dijo. Sus ojos guiñaron en el espejo retrovisor. 

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