Quiero ser anónimo pero ya es tarde

Quiero ser anónimo, pero ya es tarde. Una representación de mi alma navega por las redes y su rastro habla de mí a máquinas, a seres desconocidos, que interpretan y llegan a saber más de quién soy de lo que yo sé. Justo, amigo, en los mares de Oriente transportas cosas medibles y que se pueden pesar y guardas silencio en tus afanes por arribar a puerto. Miserable de mi, al contrario, no puedo guardar ese decoroso silencio donde se cultiva la sabiduría, porque siento la necesidad de narrar la vida que uno cree asir, bien que su conocimiento se me escapa; un misterio que no sé desentrañar, a pesar de las vacuas promesas.

Un don nadie, cuánta dicha esconde esta aspiración, cuando nuestras afanadas vidas nadan contra la corriente de todas esas informaciones que nos golpean en cuanto despertamos del sueño reparador de cada jornada y nos bombardean con esos estímulos para la acción en cuanto proyecto que somos; proyecto de algo: ¿qué? Siempre lo potencial, el se puede no sólo como impulso político posibilista. El futuro, lo inexistente que obliga a la entrega de pedacitos de alma a cambio de otra ilusión de las muchas que se van encadenando en la suma de los días.

Esta sociedad que no admite que seas un don nadie, pese a que lo eres bien a pesar del impulso narcisista de cada cual. «¡No es posible! Tú eres un proyecto, un potencial. Un don nadie es un fracasado». Si huyes de ser un don nadie, te queda YouTube para reivindicar tu estupidez.

Dime Justo: ¿éxito, fracaso, qué tienen que ver con vivir la vida? Séneca nos advierte cuando habla De la brevedad de la vida: “El hombre agobiado de quehaceres en nada se ocupa menos que en vivir, y eso que la ciencia del vivir es la más difícil”.


En tu carta remitida por el consignatario desde Hong Kong te quejas amargamente porque Frida nos ha abandonado. ¿Por qué empleas el plural?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ofelia contra la señorita mojigata

4 Tiempo de descuento

Esas rubias auténticas