Es un encanto que la verdad no sea el patrimonio de uno




















BOLETA DE IDA Y VUELTA


Que me quede como estoy es conformismo. Es evidente. Conformismo de aquel que ha llegado a poder sobrevivir con dignidad. La frase, aparentemente, traduciría suficientes comportamientos sociológicos de los ciudadanos de los estados modernos, donde se vive en democracia y con ciertas dosis de retórica bajo el Estado de Derecho.

La democracia, claro que es imperfecta, pero facilita el voto periódico, también quejarse a través de las asociaciones de consumidores y puede que permita controlar, más o menos, a quienes siempre van a intentar robar a la comunidad, con buenas o con malas artes.

El sistema democrático suele sufrir el fenómeno de la suplantación, como cuando un partido de la derecha al estilo antiguo Testamento subraya lo de popular como elemento sustantivo, o el otro de ideología totalitaria se camufla con la propaganda del podemos progresista, o aquel de la burguesía que se abraza al ideal socialista, que se diluyó con la globalización de los mercados financieros y de utilidades para el consumo, sin que falte, si la sociedad donde nace, crece y se desarrolla es lo suficientemente cobarde, aquel otro partido que aterroriza si es menester llegando al asesinato, en nombre de los míos, éstos cual población oprimida en abstracto y elegida para un destino de primera fila en el paraíso, éste también abstracto.

En las democracias, como sucede en las exitosas competiciones deportivas colectivas reguladas con normas escritas y sobreentendidas, los partidos políticos, que se obcecan en querer todo el relato social para sí, se chulean, exhiben sus colas de colores, se acusan de sucesivas deslealtades, se despellejan, venden futuro comprado con dinero ajeno, pero sus dirigentes se suelen sentar a la misma mesa y se intercambian, con cortesías, anécdotas y triquiñuelas de su trabajo profesional político. Esto es un juego, un encanto de la democracia, que evita que la sangre llegue al río. Aunque el riesgo de que llegue exista y a veces se vierte.

En las democracias también contribuyen a evitar la tragedia los medios de comunicación social, una vez que consiguieron consolidarse como grandes protagonistas sociales y creadores de esa fantasía que atiende al epíteto de opinión publicada, tantas veces, gato por liebre. Gracias a ellos la libertad de expresión puede ejercerse siempre y cuando se mantenga la fiesta en paz con el Estado y las grandes corporaciones. Los medios son instrumentos tecnológicamente avanzados para persuadir al ciudadano de lo mejor y lo peor. Un mensaje sibilino que repiten es el de la necesidad de trabajar duro para sobrevivir, lo que suele conllevar el hacer la puñeta a los demás, respetando unas reglas del juego impuestas por la experiencia para no acabar a palos, aunque palos llueven cuando el público se enfada.

Lo que asimismo es un encanto en las sociedades democráticas es que la verdad no sea el patrimonio de uno.


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