Ataque telúrico



El virus que nos azota ataca al Estado y en el occidente más o menos socialdemócrata, al Dios Estado providencia. Da la impresión de que nadie, salvo los sabios que estudian estos virus que necesitan atacar a los humanos para su propia supervivencia y la extinción de nuestra especie, estaba al tanto de una amenaza a la que bautizaron como SARS-CoV-2, por cierto una familia conocida que había mutado, y que provoca la enfermedad también bautizada como COVID-19.

Estábamos tan seguros en nuestros sistemas de providencia, en el caso español bajo la protección de los prestamistas. Orgullosos, altaneros, por encima de la Naturaleza, al servicio del rey de la creación. Las palabras como utensilios vocales para crear mundos comprensiblemente ficticios y negar hasta la biología si fuera menester.

Desde las tribus nómadas, con la palabra y las armas se crearon sociedades cada vez más complejas y finalmente los estados. Ahora volvemos a recordar que el Estado coraza puede quedar noqueado por un ataque telúrico. Recordado, sí, pues la especie ha sido atacada en otras ocasiones desde los tiempos que no se escribían, incluso superando la capacidad de destrucción bélica cuando la gripe española asoló el Planeta, no hace tanto tiempo.

‘Saldremos adelante’ y ‘sin dejar a nadie atrás’ son dos frases hechas que se repiten durante la pandemia en esta España de los aplausos en balcones y ventanas, historias edulcoradas en las televisiones, muertes estadísticas sin tragedia y propaganda de los gobiernos central y autonómicos y todas las conexiones políticas del Estado de partidos. Afectadas frases tribales que, como casi todo en lo coetáneo, nacen vacías para el consumo de las almas de cántaro. ¡Ánimo! ¡Confianza! Pero no salgas a la calle, prisionero.

Tan seguros estábamos, como el ufano turista en bañador a la orilla de la playa al que arroya un tsunami. El ataque telúrico no atiende a palabras. Quienes sobrevivan podrán contar historias, eso es todo.

¡Ah! Entonces nos quedará Facebook.

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