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Ciegos sin remedio

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Mi particular señor Keuner atiende cuando le llamas Sigifredo, sin aditivos; así que queda ante el lector como el señor S. ─Los libros nos abren los ojos y enriquecen nuestras mentes. Sin ellos estaríamos ciegos en este mundo ─le iba diciendo durante el paseo un entusiasta de la lectura, al que conocía vagamente y a quien estaba dispuesto a escuchar por cortesía. ─Piensa en todas esas bibliotecas donde se almacena tanta sabiduría ─seguía argumentado aquella persona letrada. ─Y esas bellas encuadernaciones, no sólo los incunables, esos atractivos textos de bolsillo en las estanterías de El Corte Inglés ─admirábase el ahora esteta. El señor S se detuvo y lo miró de frente entonces. ─Bien podría tolerarte tu admiración por Los hombres que no amaban a las mujeres, pero rehazo que en el saco hagas loa del Mein Kampf.   Casa en el centro de Sevilla.

La estupidez

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Tuvo la desgracia de toparse en su día con la estupidez, claro que parece ser ley de vida. Desde aquel encuentro, raro es el día en el que no contribuye a fortalecer esa ley humana. Taberna en Sevilla.

Crónica de papel salmón

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Cómo jerigoncea la jerigonza cimarrona en la boca del señor que dice Diego donde dijo digo. ¡Quítese allá un punto! Y dos décimas de añadidura, que el deber de pago es obligación; que no triquiñuelea, salvo de parte de ardid, un hombre de do de pecho. Claro que haberlos, haylos, los de do en pecho con traje de corte bien sastreado, uniforme muy adecuado para camuflar el tocomocho. Señoras de postín que no falten tampoco a esta merienda de negros; nada de género hay en el trasunto, que en cuestión de do, el pecho también lo da la soprano. Pajarín, que te siseo con esta sonrisa que el Todohacedor me ha concedido por graciosa majestad. Un puntín con dos decimillas de calentura, que nada es apenas ese puntazo de quince mil millones que se queda en la caja fuerte, a la espera de mejor ventura, quién sabe, o de desgracia si llegan mal dadas por las tronantes órdenes de quienes aviesos lo quieren todo. Todo y más, si se inventa el modo. Do de pecho digo Diego, que en habiendo molinos, yo les