Ciegos sin remedio
Mi particular señor Keuner atiende cuando le llamas Sigifredo, sin aditivos; así que queda ante el lector como el señor S.
─Los libros nos abren los ojos y enriquecen nuestras mentes. Sin ellos estaríamos ciegos en este mundo ─le iba diciendo durante el paseo un entusiasta de la lectura, al que conocía vagamente y a quien estaba dispuesto a escuchar por cortesía.
─Piensa en todas esas bibliotecas donde se almacena tanta sabiduría ─seguía argumentado aquella persona letrada.
─Y esas bellas encuadernaciones, no sólo los incunables, esos atractivos textos de bolsillo en las estanterías de El Corte Inglés ─admirábase el ahora esteta.
El señor S se detuvo y lo miró de frente entonces.
─Bien podría tolerarte tu admiración por Los hombres que no amaban a las mujeres, pero rehazo que en el saco hagas loa del Mein Kampf.
─Los libros nos abren los ojos y enriquecen nuestras mentes. Sin ellos estaríamos ciegos en este mundo ─le iba diciendo durante el paseo un entusiasta de la lectura, al que conocía vagamente y a quien estaba dispuesto a escuchar por cortesía.
─Piensa en todas esas bibliotecas donde se almacena tanta sabiduría ─seguía argumentado aquella persona letrada.
─Y esas bellas encuadernaciones, no sólo los incunables, esos atractivos textos de bolsillo en las estanterías de El Corte Inglés ─admirábase el ahora esteta.
El señor S se detuvo y lo miró de frente entonces.
─Bien podría tolerarte tu admiración por Los hombres que no amaban a las mujeres, pero rehazo que en el saco hagas loa del Mein Kampf.
Casa en el centro de Sevilla.
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