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'Ekintza'

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De haberla conocido a tiempo no la habría obligado, pero es que la verdad busca esconderse cuando uno rehúye su mirada. Confió en Idoya y le propuso que lo acompañara más tarde. Era leal. ─Esta noche toca el batzoki de Gros ─le había comentado al despedirse, al oído. ─Es fácil, sólo tienes que estrellarlas contra la fachada ─la iba tranquilizando cuando embocaban la calle San Francisco. Debería haber saltado del coche, arrojar los cócteles y volver a sentarse a mi lado. Una acción rápida, segura. Debería, pero se quedó allí, de pie, mirando las llamas y rompió a llorar. Ekintza: acción directa     Tormenta en el Paseo de invierno.

Una habitación con vistas

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La ventana de la habitación permitía una hermosa vista del Panteón de Agripa. Abajo, la Piazza della Rotonda bullía con personas en tránsito a la luz ocre del atardecer romano.   Él surgió de una callejuela de la izquierda. Ella avanzó a darle el encuentro. Blue jeans y cazadora de ante. Falda plisada a media pierna y una chaquetilla crema primaveral. Un periódico en la mano él y el bolso a juego con sus zapatos de ella.   El petardeo llegó antes que la moto. Uno, dos disparos secos. Rápidamente el paquete descabalgó y los remató. Nunca más volvieron a verse. Piazza della Rotonda.

Ciegos sin remedio

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Mi particular señor Keuner atiende cuando le llamas Sigifredo, sin aditivos; así que queda ante el lector como el señor S. ─Los libros nos abren los ojos y enriquecen nuestras mentes. Sin ellos estaríamos ciegos en este mundo ─le iba diciendo durante el paseo un entusiasta de la lectura, al que conocía vagamente y a quien estaba dispuesto a escuchar por cortesía. ─Piensa en todas esas bibliotecas donde se almacena tanta sabiduría ─seguía argumentado aquella persona letrada. ─Y esas bellas encuadernaciones, no sólo los incunables, esos atractivos textos de bolsillo en las estanterías de El Corte Inglés ─admirábase el ahora esteta. El señor S se detuvo y lo miró de frente entonces. ─Bien podría tolerarte tu admiración por Los hombres que no amaban a las mujeres, pero rehazo que en el saco hagas loa del Mein Kampf.   Casa en el centro de Sevilla.