Entradas

Marcelino Muymacho

Imagen
Melpómene. O quizá Talía. ¿Tragedia o comedia? La fiebre del teatro nos duró poco. Ni siquiera recuerdo el título del engendro que escribimos y preparamos a conciencia durante aquel par de meses y risas, que nunca llegó a subir a un escenario. Dos pasan una noche a perros , me contestas a la pregunta en uno de tus lacónicos mensajes. Admiro tu memoria, la delectación que inviertes en la evocación de lo nimio, esos detalles Justo que yo jamás logro recrear. Sí, ése era el título: Dos pasan una noche a perros . Una pareja enamorada se pierde en el monte durante una tormenta y acaban resguardándose en un castillo a merced de una panda de vampiros, que se declaran en huelga. Marcelino Muymacho era un dirigente sindical muy peculiar, incapaz de poner de acuerdo aquella tropa de espectros codiciosos, ávidos de sangre y de algo tan prosaico tal que el vil dinero. Inesita, nuestra amada Frida, era la joven enamorada, a la que no conseguimos encontrar el galán adecuado, no

Nadie sabe lo que ocurrirá

Imagen
Escribes una Autobiografía de papel y un jurado de los que se reúnen con marchamo de prestigio te concede el Premio Internacional de Ensayo Caballero Bonald, claro que Félix de Azúa , mente clarividente, se ha esforzado en hacer provocativo balance de la historia cultural española desde finales del franquismo, argumenta el jurado. En cuanto a Barack Obama, éste asimila su caída del caballo y a renglón seguido el Premio Nobel de la Paz dice aquello de que la fuerza es el único lenguaje que entienden los asesinos. En Bruselas podemos ver con nuestros ojos, caso de desplazamiento, el legado del Tarantino de su tiempo que fue Pedro Pablo Rubens . Pintaba cuadros. Antes de tratar de explicar la disparatada entradilla hay que aclarar una evidencia: nadie sabe lo que ocurrirá y por tanto, solo se puede juzgar lo pasado, con gran riesgo por cierto de equivocarse igualmente. El Bozar, gran institución cultural belga, ofrece la oportunidad extraordinaria de conocer la

En la sala de espera

Imagen
Tuvo que poseer un carácter dominante, aunque ahora apenas levantaba la mirada, la cabeza gacha, sentado en la silla de ruedas entre aquellas dos: su mujer, casi tan decrépita como él pero en pie, y una señora madura que trataba de ser cordial en su servicio a aquel hombre que había dejado de ser irreducible. Una, rubia de pelo ralo ceniciento; la otra, de cabello moreno protegido por el tinte. Hablaban entre ellas. La esposa parecía dudar en su defensa del gobierno de su hogar, entretanto la empleada le reprochaba con tono cortés que no la hubiese reclamado más temprano para lavar y darle el desayuno al señor, obligado por ello a venir a la consulta a toda prisa, como así ha sido. «Pero mujer...», se defendía la esposa. En la consulta del doctor había otras dos parejas mayores, pero ellos no atendían al señor de la silla de ruedas. Entraba una luz limpia tras la lluvia de primera hora de la mañana por el ventanal de la sala de espera, donde también se sentab