Marcelino Muymacho















Melpómene. O quizá Talía. ¿Tragedia o comedia? La fiebre del teatro nos duró poco. Ni siquiera recuerdo el título del engendro que escribimos y preparamos a conciencia durante aquel par de meses y risas, que nunca llegó a subir a un escenario. Dos pasan una noche a perros, me contestas a la pregunta en uno de tus lacónicos mensajes.

Admiro tu memoria, la delectación que inviertes en la evocación de lo nimio, esos detalles Justo que yo jamás logro recrear. Sí, ése era el título: Dos pasan una noche a perros. Una pareja enamorada se pierde en el monte durante una tormenta y acaban resguardándose en un castillo a merced de una panda de vampiros, que se declaran en huelga. Marcelino Muymacho era un dirigente sindical muy peculiar, incapaz de poner de acuerdo aquella tropa de espectros codiciosos, ávidos de sangre y de algo tan prosaico tal que el vil dinero. Inesita, nuestra amada Frida, era la joven enamorada, a la que no conseguimos encontrar el galán adecuado, no nos poníamos de acuerdo, ¡mira que discutimos!, y el papel se quedó desierto, como la obra sin estrenar. En cambio, Marcelino Muymacho estaba bordado, el personaje.

Los textos que escribimos eran puro disparate. Ahora bien, con los años que han ido pasando, aquellas situaciones estrambóticas que imaginamos han acabado siendo pura realidad, sin versos sueltos. Para desgracia. Marcelino Muymacho era el arquetipo de la honradez obrera, según los cánones de la ideología revolucionaria romántica, luchador por la justicia social, aunque sus colegas vampiros más parecían inclinarse por asentarse en una vida acomodada, en la que no hubiera que pegar palo al agua, terminología de clarividencia castiza. Sabio el pueblo que distingue lo que le interesa en el paso por este mundo, un valle de lágrimas.

Un dirigente sindical como Muymacho acabará jubilado, protegido de la memoria histórica,  silenciado por sus acólitos y enterrado con ceremonia cívica y puño en alto cuando llegue el momento, para alivio de sus compañeros. Eran otros tiempos, se excusan ante la conciencia.

Afortunadamente. Pero es que el paso del tiempo tiende a corromper lo que no se sabe conservar con cautela.

El caso es que mucho temo que Dos pasan una noche a perros era tragicomedia, aunque entonces nos faltase perspectiva. ¿Donde puede estar el manuscrito, Justo?

Sospecho que sigues por la Cartagena colombiana e intuyo quien te amarra los días. ¿Retirado en ti mismo?


Por cierto, ¿por qué no conseguimos ponernos de acuerdo en un galán para Frida?

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