La presunción del bienpensante

Escribe Pablo D’Ors en Biografía del silencio: en el zen se enseña a dejar a los demás en paz, porque poco de lo que les sucede es realmente asunto tuyo. Casi todos nuestros problemas comienzan por meternos donde no nos llaman.

Sí, creer que uno puede ayudar es casi siempre una presunción: el yo bienpensante acaba chocando con el ego del otro; el político generoso contribuye el incremento de la deuda dado que paga con la renta de capital que su sociedad no produce.

En las relaciones próximas es difícil saber qué es lo mejor para el otro, pues habría que ser él o ella –asunto imposible– y estar viviendo en sus circunstancias.


Quizá tenga razón D’Ors cuando comenta que hay que dejar que el otro sea lo que es.

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