El bebedor de ‘chinchón’



Sentada a la barra del bar tal parecía una hermosa estatua fina y orgullosa. Sus dedos tecleaban en el móvil con destreza. Absorta. Justo hasta que entró su hombre en el local. La besó. Pidió al barman dos bocadillos, sin calentar, y salió veloz tras pagar. La estatua de dedos danzarines sacó de la máquina dos cajetillas de Marlboro y salió disparada tras él, que la esperaba en un Audi rojo estacionado en doble fila. Rugía el tráfico calle abajo.

Aparcar un coche en doble fila en esta capital puede acarrear una merma económica importante para el bolsillo y será obligación correr para que no te pillen, barajó en un su pensamiento sobre la pareja de jóvenes el bebedor silencioso dedicado plenamente a observar su pequeño hábitat. O, por la hora, se les habrá echado el tiempo encima para recoger sano y salvo a su bebé en la guardería o a la parejita en el colegio. El bebedor impasible pidió que le rellenaran la copa de chinchón.


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