Con el permiso pertinente

Convencerlo ha tenido su coste en tiempo y argumentos hasta que accedió, sospecho que por espantar mi pesadez, a que edite su Dietario, con la promesa, con castigo de romper la amistad, de ser fiel al pensamiento de Tino Lamarco, quien me aconsejó sobre lo que suele suceder en la biografía de cada uno si se tiene la dicha de superar la edad madura en armonía con la naturaleza y con la voluntad de alimentar el espíritu despierto. Me aleccionó al respecto con estas palabras de Cottard: “…conviene observar que el carácter que mostramos en la segunda mitad de nuestra vida no es siempre, aunque muchas veces así ocurra, nuestro carácter primero, desarrollado o marchito, atenuado o abultado, sino que muchas veces es un carácter inverso, un verdadero traje vuelto del revés”. Cottard es un personaje de ficción creado por Marcel Proust y la cita aparece en el volumen A la sombra de las muchachas en flor.

Ambos coincidimos en sospechar de las intenciones intelectuales, de una voluntad firme, de aquella persona que por sostenella y no enmendalla sigue porfiando en los mismos argumentos desde la tierna juventud hasta más allá de la edad provecta, cuando uno ya debería saber que lo único importante es el estar en paz con la tierra y los ‘hermanos’ que la habitan. Cuando uno tiene que reconocer que gran parte del esfuerzo gastado en la madurez se emplea en tratar de corregir los errores de la juventud.

Por eso afirma Lamarco, exteriormente al menos, resultan tan ridículos esos divos pop estrafalarios y adinerados que siguen bebiendo en las fuentes del revolucionario mayo del 68. Claro, que es su industria. Suelen ser artistas geniales en la sociedad del espectáculo. Aquellos que no han llegado a la cima de la popularidad y el éxito, póngase como ejemplo del éxito al arrugado Sir Mick Jagger, también ofrecen su ridiculez, eso sí, bruñida con la mediocridad de toda ‘revolución’ de clase media, los radicales dicen “burguesa”. Su industria en este caso es la de sobrevivir, aferrándose a algunos sueños: ¿quién no necesita un sueño?

Por mi parte soy benevolente con el rockero Mick Jagger, con la fortuna de vivir en una época en la que la luminotecnia ha superado la capacidad de las velas y los equipos de sonido permiten reunir a las tribus en grandes espacios escénicos. No tuvo esa fortuna el genial Joannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart, quien también fue reconocido por los príncipes y entró en el restritivo círculo de los mitos.

Dejemos este asunto aquí, que merece ser tratado con trazo fino y riguroso. Era lo anterior tan solo un apunte en volandas con ejemplos explícitos.

Digo que Tino Lamarco me ha dado permiso para editar su Dietario.

Entrada (16/01/2018) 

¿Para qué sirve parapetarse tras un muro de libros sin sumergirse en la ciénaga de las redes sociales?

a) No se es más sabio, quizá más leído

b) Un letraherido corre el riesgo de acabar como enfermo quijotesco

c) Te considerarán como apestado en la sociedad de la información y la comunicación

La lectura abre la puerta a mundos más allá de nuestra imaginación y permite dialogar con seres que dejaron su impronta en la Tierra. Como hizo Michel Eyquem de Montaigne en su torre.

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