El circo, la manzana y la representación



El poder absoluto se fue por el sumidero de la historia, con dos referencias para los desmemoriados: el suceso de La Bastilla y el suicidio en el búnker de Berlín. La monarquía ha devenido en símbolo. Las dictaduras ahora no solo es que tengan mala fama, es que ya no pueden disimular que son negocio particular para robar a manos llenas con la excusa de preocuparse del pueblo.

De todas formas en los tiempos de la verdad inventada, hay que crear relatos para comprender la realidad dicen los comunicólogos, seguimos aferrándonos a creer en el poder controlador y ojo avizor para diseñar el futuro. Ese poder de una élite que, como ejemplo, se reúne en Davos.

Si el futuro no existe, a lo sumo se puede soñar con él.

El caso es que Davos es un “circo”, denuncia el sabio liberal Guy Sorman, una “ópera barroca”, donde se reúnen quienes creen ejercer “absolutamente todo el poder” y otros que en castellano diríamos que se presentan al público en calidad de comparsas, gentes de la cultura, del espectáculo, de los thing tkan. Augures que sueñan en hacer avanzar a la humanidad. Y se reparten tarjetas de visita, que es asunto de buenos modales.

La reflexión de Guy Sorman es la siguiente: “Los jefes de Estado no controlan el futuro y apenas controlan el presente y los empresarios están a merced de la destrucción creadora y de una innovación técnica que les elude”. O sea, que nuestra creencia en el poder vuelve a tambalearse, sin necesidad de revoluciones con barricadas en las calles.

Sigamos soñando, no obstante, que es lo que incita a permanecer sobre los pies sin dejar la cuestión exclusivamente en manos de la ley de la gravedad, que solo responde a la realidad y por eso las manzanas se caen al suelo. Sigamos soñando dado que todo parecido con la realidad de nuestros sentidos es pura coincidencia. El futuro, eso, también.

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