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Epílogo a una lectura en el último tren nocturno

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Luz Secreta .  Celeste Caro . Fénix Editora  www.Fenixeditora.com ISBN 978-84-941511-4-8. 58 págs. Este libro habla de amor y abismo. Quimera en la búsqueda y vértigo en la caída. El amor como llamada de una idea que invita a un camino de deseo y pasión para alcanzar lo que puede sea flor de un día o un espejismo donde uno se vea, al fin, solo y único en el fondo del precipicio. No hay nada que merezca tanto esfuerzo como amar. Pues amar es la forma de compartir que tenemos los humanos para soportar la vida, entre la nada y la nada. Habla de amor y del abismo, el libro. De ese amor carnal, pasión, deseo, placer, llevado por pasos inseguros, cuando un ligero resbalón supondrá la caída en el abismo; no otra cosa que recordar con nostalgia lo que no pudo ser, la persona amada, enfrentarse con la realidad de una habitación solitaria en la que el silencio no se ocupa ni con los desgarros armónicos de Bach. Ni siquiera la huída aportará alivio tras la primera noche de

Lacónico mensaje

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Cartas a Justo “No seas idiota”. Una alarma reiterada dos veces había precedido la aparición del mensaje en la pantalla de este teléfono al que han bautizado con el sambenito de inteligente. Me había asustado. No por el mensaje. Por aquellos dos campanillazos a deshora. Era él, resucitado. Pero el mensaje no traía prospecto, sin más explicación. ¿Por qué iba a ser idiota?, tecleé en respuesta inmediata. Por qué puedo ser idiota, aquí, ahora, Justo; por qué, pensé, entretando el aparato despegaba el contenido de la pregunta con el susurro de un cohete elevándose en el horizonte lejano. No hubo contestación. Como no ha habido tampoco a mis cartas, que imagino descansando en el buzón silencioso de todos esos mensajes perdidos. Quise provocarte con un cuaderno de quejas sobre los espejismos del alma. Con otras protestas sonrojantes sobre el imperio de la mentira; las mentiras cual verdades reveladas. Te dije que Frida vino, todavía sigue aquí, que

Una amarga gota

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Microcuento Imposible tocar La Comparsita y creer que se puede ser feliz. Dejó de tocar. Colocó el acordeón en el rincón que lo esperaba. Vio su espalda, aquel cuerpo en trajín, preparando algo que comer. El rumor de la lluvia les llegaba desde el patio. Si tu supieras, quiso decir; quiso.