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Un beso en el tabanco

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T enía unos ojos vivos, que aquella tarde de domingo miraban con malicia al joven acompañante desgarbado y tímido. La mujer podría hacerse pasar por una cariñosa tía altruista en la capital, como careta moral fantástica, solo que su mirada estaba al servicio tiránico del placer. Aquel sobrino era una perita en dulce, tan sensible; la inocencia de un explorador con su carne dura, fresca. Un pobre estudiante aturdido, desmañado, sediento; intrépido aventurero del Madrid golfo, en todo momento dispuesto a ofrecer escenas para los presuntos escritores emigrados de provincias con la intención de conquistar la gloria. Tarde de domingo, tonos templados ocre y verde en el paseo de Recoletos, por el que habían andado, con conversación liviana y muchas bromas, hasta entrar en el tabanco tras la caminata; cueva abierta ante la amenaza de la noche recién estrenada, acogedora, con todos aquellos clichés de un Jerez cañí, el aroma a oloroso, el bullicio de toda aquella gente amparada, las amar

Vulgar

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BOLETA DE IDA Y VUELTA U n lema del tipo: ‘La televisión donde tu te ves’ es una invitación a protagonizar en algún momento el contenido de lo que emite el electrodoméstico de la visión a distancia. La buena intención está en presagiar que esa emisora se va a preocupar de la vida del común, la ciudadanía; en vulgar, dar a conocer al público los hechos sociales en los que participan las personas. Otra intención menos consciente es alimentar el segundo de gloria de los comunes, que se ven en una pantalla, incluso hablando, cuando hay tanta ansia de ofrecerse en Facebook, WhatsApp, Twitter y otros tantas vías de comunicación tecnológicas. En toda televisión donde uno se ve, cualquiera podrá opinar sobre no importa qué asunto y testimoniar sobre un suceso. Un suceso informativo, sirva un accidente, no quedará cumplidamente editado en televisión sin la opinión de alguien que pasaba por allí, farfullando una generalidad que no aportará nada al hecho, salvo que el preguntado con la ce

Sono Pazzi Questi Romani

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Has vuelto al Mar del Japón y navegas entre más al sur del paralelo 32 y por encima del 44, con Frida. Contemplo en las cartas nombres evocadores, Hokkaidō, Kyushu, Honshu, Sajalín, Kanmon, Tsushima. Esos paisajes de islas y estrechos que solo puedo soñar. Evocaciones de remotos pueblos asiáticos en las frías aguas del estrecho de Tartaria. Frida me envía uno de sus besos ardientes –son sus palabras– que alimenta mi nostalgia. Estuvo contigo en las Islas del Rosario; desde entonces está contigo. Dices Justo que el augurio del Apocalipsis tiene larga y saludable vida desde el lejano tiempo de los desplazamientos de las hordas. Tienes razón. El caso es que una vez producida la catástrofe, a continuación la vida vuelve a sus trabajos, aunque se haya provocado un después totalmente ajeno al antes. Es curioso que cuando en España el Estado de derecho muestra su musculatura, se detienen a los villanos y se los lleva ante los jueces, los relatos apocalípticos logren éxito editorial. ¡