Sono Pazzi Questi Romani

Has vuelto al Mar del Japón y navegas entre más al sur del paralelo 32 y por encima del 44, con Frida. Contemplo en las cartas nombres evocadores, Hokkaidō, Kyushu, Honshu, Sajalín, Kanmon, Tsushima. Esos paisajes de islas y estrechos que solo puedo soñar. Evocaciones de remotos pueblos asiáticos en las frías aguas del estrecho de Tartaria. Frida me envía uno de sus besos ardientes –son sus palabras– que alimenta mi nostalgia. Estuvo contigo en las Islas del Rosario; desde entonces está contigo.

Dices Justo que el augurio del Apocalipsis tiene larga y saludable vida desde el lejano tiempo de los desplazamientos de las hordas. Tienes razón. El caso es que una vez producida la catástrofe, a continuación la vida vuelve a sus trabajos, aunque se haya provocado un después totalmente ajeno al antes. Es curioso que cuando en España el Estado de derecho muestra su musculatura, se detienen a los villanos y se los lleva ante los jueces, los relatos apocalípticos logren éxito editorial. ¡Están locos estos romanos!, se extrañaba Obélix; en italiano Sono Pazzi Questi Romani: SPQR, sigla en sus estandartes de las legiones romanas, con referencia al pueblo romano y su Senado. ¡Ay!, aquellos locos romanos que tenían un Senado como poder político reglado, con sus luchas, sus corrupciones y hasta asesinatos de primera página y apertura de informativos.

Tal parece, al gusto del éxito editorial de los medios de comunicación, que España es la península del tesoro al albur de piratas de cuello blanco. ¿No te parece, Justo, que aquí pensamos que inventamos la Democracia en 1978? Sí, la democracia con mayúscula, la verdadera y pura democracia, que para sí quisieran otros... y como a los voceros del pueblo de principios del XXI no les gusta, por no ser democracia democrática, pues abajo con ella: ¡SPQR! 

Si algo inventaron nuestros antepasados fue la picaresca. De esto sí que podemos presumir, a los que les guste este tipo de proezas autóctonas, aunque deben asumir algunas competencias importantes, como la del buen soldado Švejk, el entrañable personaje  aventurero de Jaroslav Hašek, el risueño borrachín en contraste con el oficinista demacrado Josef K., de Franz Kafka, angustiado por un proceso perpetrado por la misma sociedad Imperial y real (Kaiserlich und königlich) que describiera Robert Musil, que acabó tras la catástrofe de la Gran Guerra Europea con un después totalmente ajeno al antes.

A mediados del diecinueve, otra idea genuina de nuestros antepasados fue la de crear la Guardia Civil, para garantizar la seguridad de campos y caminos minados de forajidos, esos que ahora recrean en algunos pueblos como románticos bandoleros, dentro de su industria turística local. Muchos de aquellos delincuentes trabajaban para los alcaldes de los contornos y hasta se depositaban las ganancias en los ayuntamientos. ¡Qué de casualidades nos ofrece la existencia!

Te diré, Justo, que en el sur de la península del tesoro parece como si el verano se resistiera a ser arrastrado al recuerdo y en cuanto a la opinión que me solicitas sobre nuestra clase política, pienso que nuestros políticos profesionales, el gremio, están a la altura de su profesión: la de vender ilusiones y comprar voluntades, actividad que también se puede ejercer honradamente. Nada nuevo.


Nada te digo sobre Frida.

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