Vives mientras estás muriendo


La frase había viajado desde alguna lectura, lejana en el tiempo. Ahora vegetaba como idea en su mente, provocándole la desazón con la que convivía desde que lo asaltó durante el paseo del martes, una semana hacía, justo cuando desembocaba en la plaza asolada por niños gritones, bárbaros que ni siquiera le cedían el paso; lo arroyaron o lo intentaron. Recordó el azul pastel sin nubes de la tarde limpiando las fachadas de oriente y los chorreones de una luz mustia de crepúsculo que iba abrazando el otoño.

Corrían, tropezaban, peleaban; gárrulas criaturas vigiladas por aquellas jóvenes madres orgullosas bordando tiempo bajo la umbría de los dragos. 

Estas sensaciones como si fueran gasas de nubes, camino de casa, y la desazón, el vacío de todos y cada uno de los actos que quería protagonizar. El sinsentido de tanta actividad.

Aquél era un paisaje urbano en el que el sol doraba las blancas azoteas. Eso es lo que había observado cuando cruzó la plaza.


Ahora no cabía la posibilidad de desandar el camino. Ninguno de los dos podría hacerlo.

Sombras al atardecer.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ofelia contra la señorita mojigata

4 Tiempo de descuento

Esas rubias auténticas