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La ciencia del vivir es la más difícil. Así lo advirtió Lucio Anneo Séneca en De la brevedad de la vida, con su cautela estoica frente a los espíritus ajetreados que no profundizan en nada, agobiados de quehaceres. Hace ya mucho tiempo que no se lleva el estoicismo como filosofía de vida. Olvidado hoy en la civilización occidental en unas sociedades donde prima el ruido, la angustia, el hedonismo y la cochura cínica, junto a la tecnología; esta que no falte, junto con el miedo.

¿Tiene el ser propiedades trascendentales? A tratar de averiguar las tales se dedica la ontología, que es parte de la metafísica. Evidentemente, hablar del ser no es que sea una conversación del común espíritu ajetreado. Pero la ontología tiene otro ámbito de actividad más de acuerdo con la sociedad ajetreada. En las ciencias de la comunicación y de la inteligencia artificial la ontología es una red o sistema de datos que define las relaciones existentes entre los conceptos de un dominio o área de conocimiento, en palabras textuales que señala la segunda acepción del concepto en el Diccionario de la RAE.

El ser es sospechoso de ocultar la nada. 

Se puede exponer que el ego o el yo no es nada y que la autoconciencia de un individuo de ser él mismo un ente autónomo es un hecho real, en todos los animales que deben buscar el alimento, el apareamiento o huir de los peligros. Hasta el pulpo, con arquitectura neuronal distinta del humano, es capaz de producir una conducta que denota inteligencia. Martín López Corredoira es un astrofísico y filósofo que sostiene lo anteriormente expuesto en Voluntad. La fuerza heroica que arrastra la vida, editorial Eas.

Argumenta Martín López Corredoira: “No existen individuos con entidad propia definida como algo separado del Universo. Existe la materia del Universo, existen los átomos, las moléculas, existen las neuronas y sus conexiones y sus sinapsis, existen las corrientes eléctricas del sistema nervioso, existen los cerebros. Y no hay nada más, no hay mentes en el sentido dualista, no hay ego, ni el nuestro ni el de los demás seres vivos. Existe el Universo, la Naturaleza gobernada por unas leyes físicas y nada más”.

La ciencia es así de brutal cuando la expone quien debe exponerla, un científico. Sí, claro, materialista.

El ser es sospechoso de ocultar la nada, se ha escrito antes. Pero este pensamiento no sirve para motivar la autoconciencia de cada cual, aunque se sea materia del Universo. “Vivir se ha de aprender toda la vida, y lo que acaso te sorprenderá más, toda la vida se ha de aprender a morir”. Finalmente vuelve a llamar a la puerta Séneca.

Frente a los hechos necesitados de falsación que ofrece la ciencia a quien se asome a ella, frente a la inteligencia artificial que muestra la patita en estos tiempos interesantes, fortuna o maldición, de este siglo XXI bien entrado, está también la condena del humano a ser autor. 

La servidumbre voluntaria es un placebo que no redime de la obligación existencial de cada cual para ser el autor de la vida que desee vivir. Este objetivo es el que nos debiera empujar a alcanzar las estrellas.

Si es que uno quiere vivir.


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