3. Tiempo de descuento

 


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Absténganse de inmiscuirse en el presente escrito tanto las personas inmaduras, como aquéllas que tienen en la fe religiosa una tabla de salvación frente a las empresas y tribulaciones de la vida humana.

En el texto se alude a salir por la puerta falsa como un mal negocio, no solo para la salud, también para justificar el absurdo del vivir cargado con la pesada piedra a cuestas, ascendiendo hacia la cima una y otra vez, sin premio.

El mito de Sísifo plantea, como dejó escrito Albert Camus, el único problema filosófico verdaderamente serio, como es el que atañe a quitarse de en medio voluntariamente antes del tiempo que corresponda a cada uno. ¿No está de acuerdo con esto? Pues mejor será que se dedique a sus asuntos, para su inocencia.

Maqroll el Gaviero, el aventurero inventado por Álvaro Mutis, fue consciente con el paso de los años de que “la vida se nos viene encima como una bestia ciega. Se traga el tiempo, los años de nuestra existencia, pasa como un tifón y nada deja. Ni la memoria siquiera, porque la memoria está hecha de la misma substancia inasible y veloz con la que surgen los espejismos y luego desaparecen”, nos relata con esta escritura reflexiva el escritor colombiano.

Claro, se trata de literatura. Una de las artes para el gozo, como la música, la pintura, la tauromaquia, la arquitectura o la danza -añada la de su gusto-, con las que el artista le ofrece a Sísifo la ocasión de reivindicarse frente al absurdo de la existencia.

Un absurdo que desespera a los impacientes. Stefan Zweig -sobran las presentaciones- dejó escrito, antes de desaparecer junto a su esposa, estas palabras: “Ojalá puedan ver amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí”. Demasiado impaciente, pero no un adolescente tembloroso ante la crueldad de la vida que cree le ha tocado vivir.

Las pequeñas cosas, esas pequeñas cosas que llaman a la puerta del sentimiento hermano de la ansiada felicidad, son armas de combate para los habitantes del Sur contra la melancolía. ¿Para los nórdicos no? Bueno, hay que señalar que a ellos les falta la luz. Son pequeñas vivencias, el sabor del pan impregnado con aceite de oliva, la tibieza de una mañana de abril, la risa franca de una mujer, las rosas del jardín, el murmullo de la resaca en la playa, ese cielo azul, los atardeceres bochornosos de agosto a la espera de la brisa.

Salir por la puerta falsa es dar la espalda a lo que pudiera ser. ¿Por qué seguir viviendo? Porque el vivir es un gozo, mientras el cuerpo aguante.

Y el destino no está escrito en un código, ni en el de barras.

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