Cerillas que queman iglesias


BOLETA DE IDA Y VUELTA

Unas cerillas asoman desde una caja de tamaño familiar, en la que se puede leer con claridad, caracteres rojos destacados: «La única iglesia que ilumina es la que arde». Al pie de la caja de mixtos se arenga: «¡Contribuya!». Por si hubiera dudas sobre el concepto, en la cara de la caja está estampada una pequeña iglesia ardiendo. Este montaje creado por el colectivo argentino Mujeres Públicas se puede contemplar en el Museo Reina Sofía de Madrid. Asociaciones de creyentes están mostrando su indignación y el director del museo, Manuel Borja-Villel ha tenido que dar explicaciones públicas y recibir a los abogados que le han anunciado una querella ante la Justicia. El trasfondo del conflicto: la libertad de expresión artística versus una creencia religiosa, la mayoritaria en España. No es un conflicto nuevo. Desata la pasión, que es lenguaje de los sentimientos.

El arte contemporáneo o es provocador o no es arte; esa impresión se arrastra desde el pasado siglo, como forma de llamar la atención en un mercado muy competitivo, manejado por marchantes y galeristas, donde más de una vez se cuela mucha jeta, además de la explosión de otra de las características de la modernidad, como es el ingenio, geniecillo provocador en las sociedades del espectáculo. Impera el ingenio en las artes, la comunicación, la política, la arquitectura…

Las asociaciones de creyentes claman que están ofendidas por la caja de cerillas con la que se quieren quemar iglesias, que sería la visión lineal, racional, impactante al acercarse al objeto expuesto en el museo y contemplar la imagen en la caja de esa iglesia ardiendo. Un mensaje en línea con el discurso intelectual de una primitiva estética publicitaria. La herida de la provocación se ahonda en el reverso de la caja, con la frase ingeniosa, conceptual, sobre la iluminación. ¿Cómo puede iluminar la iglesia? Palabra esta última escrita en minúscula, que es preferencia de los laicos militantes.

El remate del mensaje es la incitación a la acción, a contribuir: ¿a la iluminación pegando fuego a los templos? Quienes dicen representar a los creyentes califican de intolerable que una pieza con estas características se exhiba en un museo público, en tanto que financiado por los ciudadanos, a través de los impuestos.

En las sociedades del espectáculo hasta el odio de los laicos de pensamiento plano, fundamentalistas ilustrados, acaba enredándose en sus propias paranoias. En estas sociedades hay muchos focos, pero falta la iluminación sobre todo lo que es sagrado en la persona.

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