Las culpas de los otros


BOLETA DE IDA Y VUELTA

Son como las novedades de temporada en los escaparates. Hay palabras que triunfan en el decir por el consenso de la estupidez, como por ejemplo: la casta. Un término despectivo ahora en España para calificar a una clase especial, la integrada por los políticos elegidos en las urnas, los que viven del ejercicio público de la política y los partidos políticos. Hay quien está interesado en dar gato por liebre con la palabra, que ha volado cual virus desde el gurú, ocupando plaza en los medios de comunicación, hasta la tertulia del café matinal, al despertar el imaginario sentimental sobre las culpas de los otros.

Para empezar, el engaño viene de una confusión en la que se mezclan figuraciones sobre el político que elegimos, el político profesional y la esclerosis que atenaza a los partidos políticos. Parece que hay un olvido obvio: en una democracia el político que elegimos puede ser revocado. En cuanto al profesional, tiene el derecho como todos a vivir con dignidad económica. Con relación a los partidos políticos, estos son organizaciones jerarquizadas; será su problema de supervivencia futura que sepan conjugar su lógica de funcionamiento interno con las exigencias de su entorno social.

Pero los que se llenan la boca con el desprecio de la casta camuflan lo importante, el meollo de la cuestión política. En una democracia todos los ciudadanos son políticos, que delegan por un periodo su representación en otros ciudadanos. Este es el juego de la ciudadanía democrática. En palabras de Fernando Savater: «El conjunto de derechos, deberes y garantías reconocidos por el Estado en cada uno de nosotros». En este juego las leyes son el esqueleto que permite la vida social en paz.


Como todos los ciudadanos son responsables de la vida política, social, económica y moral de su sociedad, no hay casta en la que escudarse contra los desaguisados. Hay que mojarse, cada uno en su entorno, con sus conocimientos, con su honradez. Esperar que un cambio radical solucione los problemas solo conduce a la melancolía del día después de toda revolución.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ofelia contra la señorita mojigata

4 Tiempo de descuento

Esas rubias auténticas