A propósito de 'Pienso para perros'


El escritor Luis Martínez de Mingo (1948) del 2014 no es el mismo que el que fue en cualquier otra época anterior de su vida, como confiesa en Pienso para perros (Los cuatro vientos. Renacimiento). El libro, dietario de un agnóstico y de otros asuntos del vivir, no es que se deje leer, induce a la relectura, a levantar la vista de la página, a pensar, ese gran peligro del cerebro cosificado en el escenario de convención de la sociedad de masas, políticamente correcta y cobarde, por demás. Implicarse en el agnosticismo es asunto grave, muy difícil de sostener si no imposible salvo que se caiga en una segunda inocencia, aquella abandonada al salir de la niñez, para defender con alma heroica que no se cree en nada, en nada. «La vida se basa en el autoengaño» comienza una de las entradas del dietario de Martínez de Mingo; uno se olvida de que te vas a morir, piensa que vale para algo, se inventa una personalidad, entras a formar parte del circo, con su público, hasta que un buen día falla un pilar y vuelta a reconocer que te olvidaste de que la muerte ocupa un lugar central, «porque, si no, suele ocurrir que nos llegamos a tomar en serio el circo». Anoto también esta reflexión sobre el escritor: «El escritor cuya labor no consista en nadar contra corriente y en remontar aguas por lo menos diez veces al día, es un impostor más, otro cantamañanas matando el tiempo». ¡Mira que hay impostores!

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