Del Dietario de Jabu (3)

 Rachea la brisa del sudoeste. Agradable y fresca. Ambiente apacible en el club náutico, atracadero, propicio para los que no tenemos mejor cosa que hacer.

Hace años acabé recogido en este caño, histórico, hermoso; en él me siento vivo. Veo pasar mi vida. Los personajes que desfilan por el bar del club. Las desapariciones, esas dagas que se van clavando en mi existencia, consciente de que a mí también me tocará.

Es fantástico este lugar y tiene voces que solo pueden escucharse cuando se presta atención a lo trascendente. Solo entonces. Voces que cuentan cosas relacionadas con el misterio, nada que ver con los caracteres prefijados de la cuenta Twitter. El misterio, la realidad profunda. La realidad que no quiere cotizar en Bolsa, esa misma realidad que se niega a ser transparente, para no ser nada.

En este rincón de Sancti Petri el aire sabe a sal. Son todas estas sensaciones tan íntimas que es mejor no hablar de lo que no puede ser expresado para que lo entiendan mis mamíferos mortales.

Un cielo azul, dunas, matorrales. La batería Urrutia, un caño marino torrencial, esteros, torrentes que se inflan y desaguan con cada marea; el sol siempre dando y quitando la vida. Tantos elementos que se ríen de la voluntad humana...

Y la paz interior que sirve, al menos, para pasar página.


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