Estado de justicia y Estado de bienestar


Adela Cortina prefiere el concepto de Estado de justicia al de Estado de bienestar, ahora que nuestros acreedores exigen mayor botín, al pedir que vuelvan a invertir para el funcionamiento de nuestra sociedad. El de bienestar hinca la incidencia en la economía; el de justicia insistiría en la dignidad que, a su vez, implica tener lo suficiente para vivir como persona y sujeto responsable de derechos y deberes en una sociedad, que va desde el primer círculo hasta una red planetaria que pudiéramos imaginar. Adela Cortina tiene por orgullo hablar de ética en un tiempo en que lo que de se habla es de economía, si bien ésta sea una conversación embarullada en la que sea imposible entender lo que ocurre.

Al menos en los medios de comunicación.

Con lo del Estado de bienestar sucede que parece exigir menos compromiso por parte de cada cual y es más cómodo por cuanto parece como si a uno se lo dieran todo hecho. Además de considerarse comunmente que se trata de un derecho adquirido eso del recibir, sin preguntar de donde viene. En todo caso, vendrá del Estado que es un abstracto en este contexto. Inabarcable para quien espera atención médica en la consulta del ambulatorio.

El Estado de justicia exigiría más: un compromiso por parte del gobernante-administrador, correspondido por el que asume la persona ciudadana. Los instrumentos son el Derecho -que persigue la justicia-, la participación política activa -votar sería un acto más, importante pero no el único-, el conocimiento que se adquiere con la búsqueda de información y el estudio, el trabajo como fin social -amén de medio de vida y subsistencia-, la solidaridad dentro de cada uno de los círculos en los que cada cual se desenvuelve; la voluntad, el esfuerzo... Bien, asuntos de esta guisa que más o menos se conocen en este siglo y en nuestra civilización.

Viene a cuento esta reflexión ante el temor a que el Estado de bienestar se desmantele por mor del afán especulativo y depredador de los mercados, que contando así también es un abstracto, coco o sacamantecas de la niñez inocente.

Se incide en la cuestión económica del Estado de bienestar y se obvian los valores que apuntarían más bien al Estado de justicia, que ni se sustenta en el aire ni perece por amenzas abstractas, siempre y cuando los más estuviéramos dispuestos a sostenerlo.

¿En cuál de los dos se sentiría más a gusto? La pregunta tiene miga, sí.

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