¿Por qué pienso lo que estoy pensando?

¿Alguna vez se ha parado a pensar por qué piensa lo que está pensando?
Por supuesto que pensar solos es un oxímoron. Somos seres sociales.

A lo que me refiero no es al pensamiento compartido, necesario, vital, inevitable –otro asunto es el uso y beneficio que haga cada cual de ello-. De lo que hablo es de la imposición, querida por el emisor; asumida por el receptor, un tanto vago o también deseoso de pensar lo que ya ha sido pensado: tiene pocos riesgos y no provoca rechazo; al menos el rechazo de 'los nuestros'; que el rechazo de los 'otros' es hasta deseable, en cuanto que implica un acto de reafirmación en la verdad; así, la verdad absoluta.

Dejar que te piensen es cómodo, como asumir la servidumbre voluntaria de la que nos sigue hablando Étienne de la Boétie. Cuando piensan por uno ya no hay diálogo estrictamente, lo que impera es la propaganda. Es lo habitual en los discursos políticos: basta asistir al acto de feligresía típico de un mitin para tener una clara visión de lo expuesto.

La doctrina tradicional de la libertad de expresión señala que los medios de comunicación social de masas son fundamentales para el intercambio de ideas, el diálogo social, el fortalecimiento de la democracia... Argumentos trillados. De acuerdo.

También la acción de los medios de comunicación social de masas contribuye a la uniformidad de las ideas. ¿Por qué uno se hace fan de un medio? Dos razones: ve el mundo con los ojos que tú quieres verlo. Te explica el mundo como tú quieres que se te explique.

De vuelta a la pregunta del principio, lo que vamos descubriendo es que el pensamiento tiene una 'vida' que no llegamos a comprender, hoy. Las ideas tienen vida propia. Tratan de imponerse, nos sometemos a ellas. Edgar Morin dedicó su volumen IV del Método a su hábitat, su vida, sus costumbres, su organización.

Morin advierte que “nunca debemos olvidarnos de mantener a nuestras ideas en su rol mediador y debemos impedirles que se identifiquen con lo real. No debemos reconocer como dignas de fe sino a las ideas que comportan la idea de que lo real se resiste a la idea”

¿Estaría de acuerdo con lo expuesto por Morin arriba?

¿No? Entonces usted se aferra como ideólogo a la ideología.

    –¿Es esto dañino, doctor?

    –Depende. ¿A usted le gusta que le piensen?


¿Foto? ¿Óleo? ¿Visión deformada de la realidad de la bahía?

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