¿Para qué la luna?
















Nuestras sociedades infantiloides se sorprenden cuando les instruyen que una salvajada sigue siéndolo a pesar de tener todo el respaldo de una tradición cultural. ¿Qué es cultura? Este año el Toro de la Vega (tradición de Tordesillas, en Valladolid) ha provocado más heridos por pedradas entre rivales humanos que por envite animal, sólo tres de 50, recogen los medios de información. Los defensores de la pureza bienpensante, del santo grial de la bondad sin sombras, se han liado a hostias con algunos de los vecinos dispuestos a lidiar con la muerte, y viceversa, en uno de esos rituales de la España que llegó a admirar o inventar Richard Ford para consumo británico y que tan precisamente describió el garbancero genial Benito Pérez Galdós: esos cadáveres sembrados en los desfiladeros y bosques de las Vascongadas o en las recias tierras del Maestrazgo durante las guerras civiles carlistas, cuando la Cruz Roja llegó para intermediar. ¡Hombre! Tampoco es para ponerse así, pero por quítame allá esas pajas se empieza.

A propósito de la cultura (dicen que la palabra desemboca de agricultura, cultivo y reyertas vecinales, ¿por qué no?, a tenor de los que enseña la historia), qué dirán los guardianes del santo grial de la bondad sin sombras cuando sepan que para elaborar el Canto de la Sibila, un libro musical de gran formato escrito sobre piel de animal curtida, patrimonio universal, se llegó a sacrificar un cordero por página. Según cálculos del restaurador José Carlos Gosálvez este tipo de grandes libros tiesos, cuyas canciones tenían que ser vistas desde lejos por todo el coro, necesitaba al menos la degollina de un rebaño de cien corderos: cien páginas, números cantan.

Y en esto llegó el médium, con un telefonino en mano ante las cámaras de la televisión. El jefe de los socialistas, Pedro Sánchez, promete no ir a las plazas de toros y que, ¡porfa!, voten al PSOE, al menos que lo siga votando el médium, quien desnudó su preferencia política sin necesidad de polígrafo. Siempre quedará la duda de si mintió Jorge Javier –qué nombre de culebrón–, mor de que el voto es secreto.  

Pedro Sánchez es un guaperas al decir de las marías y acaba de comenzar una fulgurante carrera hacia el estrellato en la televisión, cierta envidia del coleta vendedor a domicilio de la marca Podemos. Pura competencia por ese nicho de mercado de los derechos consolidados. El caso es que quien reclama, detenta o defiende el poder va a mantener en todo momento las distancias y la televisión, la que es por y para el pueblo también, no deja de ser visión a distancia, cuando no pura realidad virtual. ¡Sálvame!, dioses del Olimpo de la mirada perdida del presidente del Consejo de Ministros cada vez que lee su verdad del barquero en la pantalla digital. 

De todas formas, estamos a años luz de la potencia del marketing político televisivo como espacio de comunicación entre los públicos, como diría el maestro Edward Bernays. Para ello los USA. Aquí, por haber, hay aprendices de brujo. Lo que realmente vende en esta tierra es que los sentimientos se impongan a la razón y no se llamen con franqueza a las cosas por su nombre. Mira tú la que tienen liada los políticos catalanes partidarios del barullo de la secesión.

Ahora que, como los toreros de verdad, Nicolas Sarkozy anuncia su vuelta a los ruedos y el frustrado y nunca reconocido padre de la patria andaluza, Pedro Pacheco, tendrá que visitar la cárcel por un asunto de enchufes. Ahora que algunos libreros franceses han colgado en sus establecimientos este aviso: «No. No tenemos el libro de la señora Trierweiler. Nos quedan obras de Proust, Balzac, Victor Hugo...». Ahora que Enrique Marty dice creer en la crueldad del artista para hacer añicos la sociedad, quizás entonces sea el momento de plantearse en serio: ¿para qué la luna?


En la esencia de las cosas se puede hallar lo irracional, absurdo y disparatado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ofelia contra la señorita mojigata

4 Tiempo de descuento

Esas rubias auténticas