Modelos de persistencia


Persistencia, en la del error, que es lo que parece se estila en unos tiempos en los que políticos con poder e influencia social y lobbies empresariales y sindicales tratan de cambiar algo para que todo siga igual, maniobrando para aplicar medidas que tuvieron su función provechosa, aunque ahora hagan chirriar todo el mecanismo social. Nada permanece, todo se transforma.

Persistencia, la que persigue la perfección, en el arte, en la industria de nuestras actividades, en el manejo de la vida para que el destino no sea una imposición absoluta. Esta persistencia requiere paciencia y trabajo, mucho trabajo.

El imponente diseñador norteamericano Milton Glaser se negó en su momento a marcarse un rollo intelectual para explicar el proceso de creación de un logotipo famoso, encargo de una ciudad que en los setenta del siglo pasado sufría las acometidas del crimen y de la bancarrota. El I love NY, con el corazoncito dichoso en vez de la palabra amor, nació en un taxi, en plena hora de atascos en la gran ciudad.

Pero no fue un golpe de inspiración, así, sencillamente. Fue el resultado de la persistencia, del trabajo meticuloso, que desemboca en esa cucharadita de suerte, que hace que un proyecto acabe siendo una realidad exitosa. Persistencia, concentración en una idea, trabajo; todo esto lo aprendió Glaser del grabador Giorgio Morandi, que pudo sembrar en un espíritu privilegiado, sí, que admiraba entonces al impetuoso y prolífico Pablo Picasso.

Se venera en estos tiempos a la llamada inteligencia emocional. José Antonio Marina le añade un plus, la inteligencia ejecutiva, que es la que te permite con conocimiento y sentimiento adoptar la decisión pertinente, con lo que la filosofía gana rango de utilidad social. 

Hechos, pues, el dibujo de dos modelos, dos persistencias, en una España deprimida, al decir reiteradamente de los medios de comunicación de masas, en sus horas bajas por la crisis económica, que también golpea la venta de sus mercaderías noticiosas.

Persistiendo en el conocimiento, en controlar la intensidad de las emociones y en la ejecución de cada uno de los proyectos se consigue, cuando menos se intenta, sacar la cabeza de la riada que nos arrastra. Que lo haga el Gobierno, dirán, y todos y cada uno de los españoles, que muchos es más.

No hay que perder nunca de vista que el ser humano es un ser social, quizá antes que político.

¿No se siente con fuerzas? Vamos, únase a la conga.

Planos y perspectivas que se crean.

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