Solitario


Claro que era una víctima de la sociedad audiovisual que creía controlar desde su sofá.

Totalmente plástica y siempre reconfortante.

Incluso aquellos cadáveres masacrados que se asomaban unos segundos en la pantalla LCD le aliviaban de su miedo más profundo. Mueren los otros.

Pero sonreía siendo el rey del mando cuando quitaba la palabra a los bustos parlantes.

“¡Anda ya!” Sonaba un instante en aquel salón.

El rey del mando

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