Atropellos contra el común
















A la espera de que el Apocalipsis arrase la España democrática, según los augurios apasionados de más de un opinante profesional en ese círculo ideológico que va de la extrema izquierda al punto de partida, tras rebasar a la izquierda, dejar atrás el centro, adelantar a la derecha y aparcar en la extrema derecha, justo junto a la otra extrema. Mientras se espera con mayor o menor impaciencia habrá que cuidarse de los atropellos sibilinos contra el común, por mor de una sociedad civilizada en la que impera lo políticamente correcto. Ese tipo de puñeterías que provocan que el Bombita (Ricardo Darín) de Relatos Salvajes, impactante película de Damián Szifrón, adopte una decisión explosiva para hacer su justicia, eso sí, sin causar daños irreparables a la gente.

A pesar de la recomendación de Horacio sobre que «no se da mala vida quien de nacimiento a muerte pasa desapercibido» hay ciertos signos preocupantes del atropello enmascarado en todo camino sembrado de buenas intenciones que conduce directamente al infierno. 

Señales: el Consejo Audiovisual de Andalucía propone cuotas de género en las noticias de televisión en esta región; noticias en las que tienen que aparecer hombres y mujeres por igual. Si la realidad tozuda discrimina por el hecho en sí, pues que se cree una realidad virtual, algo que también se aprende en las facultades de comunicación, con herramientas intelectuales tales que la manipulación. Con esta propuesta del consejo, más de uno añadirá un nuevo argumento en contra del aparato electrodoméstico que ilusiona con todo ese espectáculo y la información como entretenimiento capaz de vomitar durante las 24 horas, para el ocio de los cuerpos y el negocio de las mentes.

Señales: los huelguistas en la educación contra la última ley piden a gritos la unidad de la izquierda para cargársela, tal que si la ley rechazada hubiera sido impuesta por una dictadura, por bemoles. Un ejemplo éste de la negación de la existencia de la otra parte contratante en todo tipo de sociedad. Nada parece importar de verdad que el sistema educativo no consiga los resultados que exige una sociedad que tiene que dar la cara en un Planeta donde se impone una red tecnológica global, con todos sus claroscuros de competencia brutal y hasta desleal. Un mundo feliz, quizá terrible.

Si lo que se persigue es educar a personas con distintas potencialidades, parece que tampoco importa demasiado, para los protestantes, que el sistema genere más zombis de los que reflejaría una estadística diabólica. Educación de izquierdas o de derechas, ¿es esto lo esencial? Una pregunta: ¿está el sistema educativo al albur de los sindicatos?

Señales: la educación de las crianzas, niños y niñas, adolescentes y jóvenes orgullosos de estar en flor puede generar monstruos. Esta es la tesis del último montaje teatral de Els Joglars, de la mano de Ramon Fontserè, VIP; importantes personas en una sociedad tan buena, predecible y protectora que puede llegar a ser insoportable. Está pasando, como refleja la sátira en escena.

También muchas señales refleja la trilogía Verdes valles, colinas rojas, escrita por Ramón Pinilla (Bilbao, 1923) que acaba de fallecer. Un escritor recluido en su particular Walden en Getxo. Tusquets lo rescató de los círculos cerrados de la escritura como arte peleado con la mercadotecnia cultural, en la que el libro es mercancía de expositor y el escritor un personaje de ficción. Señales las de Pinilla que, con certeza, serán mejor interpretadas en un futuro, cuando de lo que se trate es de responder a la pregunta: ¿quiénes somos los vascos? De ser algo distinto a tantas personas apasionadas y mortales.


¿Será otra señal esta frase de la actriz y cantante Whoopi Goldberg, sí aquella monja revoltosa de un coro de película?: «Si los terroristas tuvieran sentido del humor, dejarían de serlo», recoge en portada ABC Ocio. Por si acaso, hagámosle una de esas peinetas de Frank Gehry... a los terroristas.

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