Esta España que tantas ilusiones nos despertó

















Cartas a Justo

Acuérdate de aquella reunión tumultuosa que manteníamos cuando el mundo era una pelota de plastilina que podíamos moldear al gusto revolucionario, con tantos matices cagatintas; entonces me levanté tan exaltado como los demás y clamé lo de: “¡Estamos sumergidos en una masa de faltosos!”

¿Te sonríes?

¿En qué momento comenzó a joderse, Justo, esta España que tantas ilusiones nos despertó? Jóvenes, indocumentados como éramos.

Tú me respondiste a esa pregunta con un comentario, ¿recuerdas?, la noche antes de tu última partida para esta campaña que te mantiene a flote en los mares orientales. El día que llegaron a los puestos clave los pusilánimes, dijiste. Los que creen que con la lógica sin hielo se resuelve el problema. Creen que la humanidad es una rama recta, cuando está torcida. Creen que la unidad de acción se mantiene con palmaditas en el hombro. Creen que son divinos por ilustrados.  El día que se sentaron a los mandos los educados en la universidad de la estupidez. Son tan sensibles…

No dijiste más. Te volviste a marchar, sin lágrimas, las que abundan en un vídeo viral de éxito durante estas horas en la red, que echa la culpa de la salida a políticos, banqueros y especuladores. ¡Qué fácil!

Uno se va porque tiene que hacerlo y así lo decide.

Los que tenemos que vivir en el exilio interior, Justo, no lagrimeamos por tonterías. Se está donde se puede estar y si se permanece, solo a mí y a ti compete.

Sumergidos en una masa de faltosos dicho en asturianés, faltantes, falsarios, pendencieros, bribones, pleiteantes, melifluos, charlatanes, cortesanos… y sobrevivimos, todos aquellos que son duros de pelar, muchos.

Sin más te remito este email. Según cálculos, te hago en Shanghái. ¿Encontraste a la dama?





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